martes, 29 de noviembre de 2011

Post de Noelia Barroso

Allí donde surgen las palabras.


       “No hay palabras inocentes” leí una vez. Cada una tiene un significado especial y  necesario en el lugar que la colocamos, incluso aquellas que no se verbalizan.
        Cómo nos expresamos refleja parte de nuestra alma, denota características, sentimientos, necesidades y actitudes.  El haber formado parte de un determinado grupo social, familiar, escolar.
           Con las palabras aprendí a comunicarme, a sentir, a pensar…
Descubrí la importancia de que mis padres me alentaran a leer desde niña, el valor de las reglas ortográficas y uno de los regalos más hermosos que me hicieron a los 15 años: una colección de libros de Taller de Escritura.


Al escribir pasamos a otra dimensión, nos encontramos con nosotros mismos, un reflejo de nuestra alma. Un alud de sentimientos y términos, pero escogemos los adecuados para conectarlos con lo que queremos expresar.  Las palabras se pueden combinar, mezclar, manipular,  hasta jugar con ellas inventando nuevas, lo que nos llevará hacia increíbles mundos de imaginación.
Más adelante en mi vida estudiando Gramática Española, aprendí las distintas clases de palabras, la morfología, la sintaxis y que todo funciona perfectamente en una oración; como un sistema integrado donde las partes se articulan y se complementan entre sí. Incluso llegué a analizar cada frase que veía, carteles en la calle, publicidades e incluso me animé juzgar y a opinar sobre redacciones en algunos periódicos...



Hace tiempo dejé de escribir, por dejadez quizás, por temor al rechazo, por circunstancias de la vida. Hoy hay algo diferente y quiero retomarlo, volver a sentir que las palabras surgen agolpadas en mi pecho y dejarlas fluir, simplemente, difícilmente...
Es hermoso escribir.


“Sólo valen las palabras. El resto es charlatanería.”
  Eugene Ionesco (1912-1994)
      Dramaturgo francés de origen rumano. 



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